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¿Quién paga los costes de la gripe aviar?

Hace cincuenta años, los criadores de pollos de EE.UU. descubrieron que al mantener a sus aves en cobertizos podían producir pollos para el consumo de manera más barata y con menos trabajo que teniéndolas en los tradicionales corrales. El nuevo método se generalizó: los pollos desaparecieron de los campos para quedar confinados en largos cobertizos sin ventanas. Había comenzado la industria de cría intensiva, donde todo se orienta a que los animales vivos sean máquinas de convertir grano en carne o huevos con el menor coste posible.

Si uno entra en uno de estos lugares (si el propietario lo permite), se encontrará con hasta 30.000 pollos. El Consejo Nacional del Pollo, la asociación comercial de la industria estadounidense de cría de pollos, recomienda una densidad de 85 pulgadas cuadradas por ave, menos que el tamaño estándar de una hoja de papel de mecanografiar. Cuando los pollos llegan a tener el peso apropiado para su comercialización, ocupan completamente el espacio asignado. Ningún pollo puede moverse sin tener que pasar por encima de otras aves.

Los ambientalistas señalan que este método de producción no es sustentable. Para comenzar, depende del uso de energía de combustibles fósiles para iluminar y ventilar los cobertizos y para transportar el grano que comen los pollos. Cuando este grano, que los humanos podrían comer directamente, se da a los pollos, éstos usan parte de éste para crear huesos, plumas y otras partes del cuerpo que no podemos comer. De manera que al final obtenemos menos comida que la que les dimos a las aves (y menos proteínas también), mientras que el desecho de los excrementos concentrados de los pollos provoca una grave contaminación en los ríos y aguas de superficie.

Los promotores de los derechos de los animales protestan. El aire de los cobertizos tiene un alto contenido de amoniaco procedente de los excrementos, que normalmente se acumulan durante meses (en algunos casos, por más de un año) antes de ser limpiados. Los expertos médicos advierten que, puesto que a las aves se les administra antibióticos de manera regular para hacer que crezcan en condiciones tan apiñadas, sucias y llenas de tensión, las bacterias resistentes a los antibióticos podrían convertirse en una amenaza para la salud pública.

No obstante, y a pesar de estas críticas bien fundadas, en los últimos veinte años la industria de cría intensiva (no sólo de pollos, sino también de cerdos, terneros lechales, vacas productoras de leche...) se ha extendido con rapidez en los países en desarrollo, especialmente en Asia. Ahora estamos descubriendo que las consecuencias pueden ser mucho más mortíferas de lo que nunca imaginamos.

En octubre del 2005, un grupo de expertos de la ONU identificó como una de las causas fundamentales de la epidemia de gripe aviar "los métodos de cría que apiñan grandes cantidades de animales en espacios pequeños". Cuando estos virus ingresan en recintos de crianza avícola de alta densidad mutan a algo mucho más agresivo. En contraste, las aves criadas con métodos tradicionales tienen más probabilidades de ser más resistentes a la enfermedad que las aves estresadas.

Hasta ahora, una cantidad relativamente pequeña de personas ha muerto por la actual cepa de influenza aviar, y parece que todas han estado en contacto con aves infectadas. Sin embargo, si el virus muta a una forma transmisible entre humanos, la cantidad de muertes podría llegar a cientos de millones. Los gobiernos están tomando medidas para prepararse frente a esta amenaza. Es bueno que lo hagan. Hace unas pocas semanas, el Senado de Estados Unidos aprobó destinar ocho mil millones de dólares para el acopio de vacunas y otros medicamentos que ayuden a prevenir una posible epidemia de gripe aviar. Otros gobiernos ya han gastado decenas de millones en vacunas y otras medidas.

Sin embargo, ahora está claro que este gasto gubernamental es en realidad una especie de subsidio a la industria avícola y, como la mayoría de los subsidios, es una mala táctica económica. La industria de cría intensiva se generalizó porque parecía ser más barata que los métodos más tradicionales. De hecho, era más barata sólo porque pasaba algunos de sus costos a los demás, por ejemplo a las personas que vivían aguas abajo, y que ya no pueden disfrutar de agua limpia.

Ahora vemos que éstos eran solamente una pequeña parte de los costos totales. La industria de cría intensiva está pasándonos costes y riesgos mucho mayores a todos nosotros. En términos económicos, estos costes deben ser internalizados por los productores avícolas de cría intensiva en lugar de que todos nosotros tengamos que pagarlos.

No será fácil de hacer, pero se podría dar un buen inicio si se aplicara un impuesto a los productos de la industria de cría intensiva hasta que se recauden suficientes fondos como para financiar las precauciones que los gobiernos están teniendo que tomar contra la gripe aviar. Entonces tal vez veamos que, después de todo, el pollo producido por cría intensiva en realidad no es tan barato

Peter Singer
Profesor de Bioética de la Universidad de Princeton

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