Hilaria Supa y Martha Hildebrandt: dos mujeres dos culturas
								
				
				La señora Martha Hildebrandt, congresista, renunció hace un par de semanas a la Comisión de Educación porque la señora Hilaria Supa, nueva presidenta de esa Comisión, “es  una persona de tan bajo nivel cultural”. Dijo que “no se opondría” si la  señora Supa “fuera una indígena graduada en Oxford”. En 2006, pidió que  las congresistas indígenas juren sus cargos en castellano; más tarde,  indignada de oírles hablar en quechua, les exigió que aprendan  castellano. 
 
 La señora Hilaria Supa es una mujer andina,  quechua, cusqueña, que comenzó como doméstica e hizo un largo camino de  defensa de las mujeres como ella, experiencia que le sirvió para llegar  al Congreso. Habla muy bien el quechua y tiene dificultades con el castellano porque fue muy tarde a una escuela de primaria. 
 
 Ambas  señoras mujeres son congresistas y se supone que son “padres” o “madres  de la patria”. La pregunta inevitable es ¿de qué patria estamos  hablando? La república peruana formada en 1821, fue de los criollos  herederos de españoles, que crearon un Estado a su medida, una nación  con una lengua, (el castellano), una cultura, (occidental criolla), un  Dios, además “verdadero” (Cristo). Los llamados indios de la época, que  eran tres cuartas partes de la población, no tenían lugar alguno en esa  nueva patria. Eran inquilinos en su propia tierra. Después de la derrota  de Túpac Amaru la palabra Perú dejó de significar “País de los Incas”, cuya memoria debería ser borrada del mapa por orden del Rey de España. 
 
 Hoy, la señora Hilaria Supa representa lo que debiera ser el futuro del país, un Estado plurinacional y un Congreso de todas las culturas y de todas las lenguas, donde el respeto y el  diálogo sustituyan a la exclusión y discriminación. En la otra orilla,  la señora Martha Hildebrandt reproduce la visión arcaica del Estado  colonial. Su tiempo sigue siendo aquel de 1821. Pedir que las  congresistas indígenas aprendan castellano quiere decir: este Congreso sigue siendo un coto de caza de los descendientes de Pizarro y está  abierto sólo a los indígenas egresados de Oxford. Si la señora Supa  tiene bajo nivel en cultura neoliberal criolla, en materia de su propia  cultura su nivel es muy alto porque conoce como pocos el universo de la  espiritualidad andina, el modo de sentir, pensar y dar sentido a los  fragmentos de la realidad en que vivimos. Con su supuesto altísimo  “nivel cultural” la señora Hildebrandt no ha aprendido nada de las otras  culturas del país. Tiene un nivel cero en cultura quechua y también en  materia de una elemental sensibilidad que le permitiría darse cuenta de  lo racista que es. Desde su pedantería, su soberbia Fujimorista  y la soledad en que vive, está bloqueada para aceptar las consecuencias  políticas del pruralismo cultural del país y para aceptar que el propio  neoliberalismo propone un elemental respeto y diálogo entre culturas.  Como lingüista debiera tener particular tolerancia con quienes tratan de  aprender el castellano. Pero, ni eso: su complicidad con el poder  colonial es mucho más fuerte de lo que ella misma podría imaginar.
  Rodrigo Montoya Rojas  
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